Pero curiosamente, existe una que está muy presente, que siempre nos acompaña, que es inevitable, pero que tratamos a toda costa de soslayar, de no pensar en ella, y quisiéramos hacerla desparecer. Me refiero al concepto de la muerte.
La muerte en su significación más antigua es, uno que ya no respira o que su corazón dejó de latir. En el mundo de hoy, tal definición no tendría validez si tomamos en consideración aquellos que viven conectados a un respirador artificial. La medicina y el interés humano por detener la muerte nos lleva a reevaluar lo que es estar muerto e incluso, a incorporar al lenguaje términos como muerte cerebral. Pero en definitiva, la muerte es el evento ineludible de la existencia, donde culminan las actividades vitales y termina la vida del organismo. Para el que cree en un alma o espíritu, este acontecimiento también hará posible la salida del alma del cuerpo físico.
En nuestro afán de mantener alejada la muerte y de no pensar en ella, la persona que moría rodeado de familiares y amigos ahora fallece en el hospital, rodeado de desconocidos y probablemente solo, haciendo del evento algo misterioso y desconocido para los demás.
Nos disgusta el tema de la muerte porque nos crea conciencia de nuestras limitaciones. La muerte nos hace ser más realistas y nos lleva a reconocer la fragilidad de nuestra existencia.
Dado la inevitabilidad de este evento concurro con lo citado por Robert Kanavaugh, autor de “Facing Death,” no se merece morir la muerte sin examinarse. Entender la manera en que una enfermedad terminal pondrá fin a nuestra vida o la de algún familiar es un evento triste, pero de mucha significación e importancia. Estar al tanto de los efectos biológicos de la enfermedad y las implicaciones psicológicas es fundamental, ya que de esto dependerá el que se tenga una muerte digna o una buena muerte. Con el término de buena muerte me refiero a morir bien, morir cómodo y sin dolor ni sufrimiento, con el cariño y la ayuda de los seres queridos.
Conocer la enfermedad nos permite hacer las estimaciones necesarias para tomar decisiones y/o solucionar conflictos. Los avances de la medicina permiten que algunas veces el paciente diagnosticado con alguna enfermedad terminal pueda acercarse a algún medio de curación. Es bueno acercarse a cualquier medio de curación con fe y esperanza pero siempre recordando que ya ha comenzado un proceso y que la curación podría o no darse. En momentos como esos ni el paciente ni los familiares deben engañarse y es de suma importancia permanecer unidos.
El proceso del duelo es tanto del paciente moribundo como de los familiares y de cualquier persona asociada emocionalmente con el paciente. En el caso de una enfermedad terminal, contrario a una muerte repentina, se anticipa el evento de muerte, lo que les permite al paciente moribundo y a su familia el poder prepararse. En este proceso es recomendable buscar ayuda de un profesional en Tanatología para que les oriente y les ayude a lidiar con los eventos que tendrán lugar. Tanto el paciente como los familiares podrán experimentar:
Negación - Este es un típico mecanismo de defensa caracterizado por la sensación de desconcierto y la incapacidad de poder aceptar la situación. Asumir y procesar la noticia puede tomar unas horas o tal vez días. En este tiempo la persona puede mostrarse retraída
Ira- Enojo con aquello o aquellos que responsabilizamos por la pérdida. Incluso Dios. La persona siente que la situación es una injusticia.
Depresión. Comienza la realización de que ya nada se puede hacer, que la perdida es real y que no hay vuelta atrás.
Aceptación. Nos reconciliamos con la realidad el dolor desaparece y experimentamos Paz.
Todos reaccionamos diferente ante las experiencias de la vida y la muerte no es la acepción. El proceso puede ser más rápido en algunas personas que en otras pero sin lugar a dudas el pasar del tiempo es un elemento que nos facilita el poder superar la pérdida.
La práctica de algún tipo de religión o camino espiritual puede ayudar a entender la pérdida e incluso ayudar al doliente a reinvertir el tiempo y darle un nuevo sentido a la vida. Y sin lugar a dudas, un profesional en Tanatología es la persona indicada para ayudar a mantener el equilibrio emocional de todos los involucrados a través de las etapas del duelo y lograr una más rápida recuperación.